Por
Joaquín Azulay
Gauchos del Mar Segunda Parte
Entramos a Sudamérica por Colombia, como contamos en la ultima nota. Para nosotros seguía siendo América y la gente igual de amable y generosa que en otros países. Nos dieron una mano con alojamiento en todos los países cuando no podíamos acampar, como en Ecuador cuando nos dejaron quedarnos en un hostal de onda, o en Perú cuando nos prestaron una casa frente al mar o en Chile, que nos recibió un primo lejano con la mejor onda.
El camping y la búsqueda de olas perfectas en soledad no paró nunca y tuvimos muchos momentos gratificantes. Nos gustaría compartir esta experiencia con todos los surfistas de alma y los que sienten esa pasión de entrar al agua todos los días:
Al llegar a Chile nos encontramos con buenos swells y tuvimos que acampar en ciudades ya que las olas estaban allí y no teniamos presupuesto para pagar alojamiento. De todas formas, teníamos ganas de alejarnos de las ciudades, como veníamos haciéndolo desde que arrancamos el 8 de Julio del año pasado. De Arica pasamos a Iquique, corrimos muy buenas olas en ambas ciudades y cuando bajaron un poco los swells aprovechamos para mover al sur. Desde ese momento, encaramos una de las expediciones mas inhóspitas del viaje al explorar el desierto de Atacama (el mas árido del mundo) en busca de olas perfectas.
Llegamos a una especie de punta y parecía haber una ola, pero la marea estaba alta y no convencía. Esperamos unas horas a que baje y lo que aparentaba ser una simple olita, resultó ser una ola de calidad mundial, al mejor estilo indonésico. No podíamos creer la izquierda que habíamos encontrado. La disfrutamos por una semana con nuestra amiga y fotógrafa profesional Victoria Aguirre y nuestros amigos Gonzalo de España, y Carl de Australia, que estaban acompañándonos en esta etapa del viaje. Sin que nadie se esperara semejante perfección tubular, acampamos en ese hermoso lugar y cocinábamos todas las noches al fuego. Los días se tornaron rutinarios: mates de desayuno, surf, almuerzo, surf, prender el fuego, cenar y a la carpa a dormir.
Cuando el swell bajó, movimos en busca de otras olas. Manejamos durante dos días hasta que topamos con una derecha que salía entre una isla y el continente. El lugar era mágico, no podía ser mas lindo… corrimos solos durante tres días, sin ver a nadie, era como un deja vu pero para la derecha. Alejarnos de las ciudades pagó mas de la cuenta, estuvimos inmersos en el desierto sin ver a nadie por días y surfeamos olas alucinantes que vamos a recordar por siempre.
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